En España existían casas de la moneda, o cecas, tanto estatales como privadas. Pero Felipe V (el primer Borbón) decidió que el Estado controlaría todas e hizo desaparecer las privadas. Durante el reinado de Isabel II existían 7 cecas estatales: Madrid, Barcelona, Sevilla, Pamplona, Jubia (en La Coruña), Segovia y Manila (en Filipinas). Cada una de ellas tenía su marca diferente de siglas, signos y estrellas. Todas menos la de Madrid desaparecieron cuando el sistema monetario decidió hacer de la peseta la moneda nacional en 1868.
La Real Casa de la Moneda de Sevilla era el centro neurálgico donde se fundía el oro y la plata llegados de América y se acuñaban los marcos y doblones (equivalente a 2 escudos de oro) que sostuvieron la economía europea desde el siglo XVI, época de conquistadores del Nuevo Mundo. Allí se acuñó, junto con la ceca de Madrid, la mayoría de los escudos de oro (principal moneda en España desde el reinado de Felipe II hasta la implantación de la peseta como moneda nacional) llevando grabado una S.
En su momento de pleno apogeo trabajaban más de 200 empleados, que se encargaban de alimentar los hornos y tener en funcionamiento la fundición y la ceca.
Estaba ubicada en el extremo sur de la ciudad, detrás de la Torre del Oro, junto la Torre de la Plata y el Postigo del Carbón, es decir, con acceso directo al puerto en el Arenal. Todo lo que llegaba de la nueva América con destino a la Casa de la Contratación lo supervisaba sin problema.
Ocupa una superficie irregular, más bien de forma triangular, fue levantada en el mismo lugar donde antes se encontraba la ceca musulmana desde el siglo XIII. Para mantener la seguridad del recinto se aprovechaba las murallas de la ciudad (algunos fragmentos son aún visibles), además de otras internas que la separaban de otros recintos palatinos y de la cercana Puerta de Jerez.
Sufrió una reforma en el siglo XVI, y en el siglo XVIII se le añadió la gran portada de su acceso por la calle Adolfo Rodríguez Jurado, obra de Sebastián Van der Bocht, así como otra serie de reformas de cara a solventar problemas de filtraciones y estructurales derivados del terremoto de Lisboa de 1755.
Dejó de funcionar en el siglo XIX y sus instalaciones se aprovecharon como conjunto residencial. Poco a poco se fue abandonando y llegó a deteriorarse de tal manera que se encontraba en estado totalmente ruinoso. A finales del siglo XX se decidió su restauración, quedando un edificio semejante a lo que era en su esplendorosa época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario